Un secuestro no es algo espasmódico (como puede serlo un asalto) sino un golpe de violencia en cámara lenta que irradia su horror en círculos concéntricos alrededor de la victima propiamente dicha.
Germán volvió a su casa luego de once meses de cautiverio, y quería explicar lo que eso le había dejado en su fuero interno. Se propuso dejar un testimonio, que su calvario particular sirviese como lección de vida para otros. Así, la experiencia de un largo y torturante encierro -durante el cual no habló con nadie ni nadie habló con él- revela una veta insospechada: el secuestrado pudo comunicarse de una forma, digamos luminosa, a solas y sin ningún intermediario, con Dios. Germán escoge la palabra escrita para expresar sin ambages su drama y, al mismo tiempo, transmitir de manera orgánica, acabada, esa conexión suprema que pudo alcanzar gracias -aunque suene a ironía- al encierro obligado.
Sebastián De La Nuez
He tenido la gracia de contar con un amigo de apoyo incondicional y consejero oportuno. Su secuestro, además de producir un inmenso dolor en los suyos, llegó a impactar a la gran familia del Banco Venezolano de Crédito y a la de Fe y Alegría. Sin duda, las oraciones de tanta gente cercana, junto a su fe acrecentada por la presencia de Jesús, a través de la lectura orante de la Biblia, hicieron que esta prueba de vida se convirtiera en la <> que de Dios recibió. El silencio impuesto por sus captores durante once meses y la disposición del secuestrado de acercarse, conversar y sentirse acompañado por Él, desencadenaron estas páginas escritas desde el corazón.
Francisco Javier Rémirez SJ
